In this Sunday’s gospel, we taste the sorrow of Jesus and of the rich man. Jesus was sad to be rejected by the one he loved. The rich young man was excited to meet the Lord, and then left full of sorrow because he could not detach himself from all his possessions which became his primary source of comfort and security. We at times are like this young man. We let our possessions possess us and turn us into their slaves.
The tragedy of the rich young man is also ours! We have been struggling between the dream of flying high and the tug-of-war of matter. Material possessions have a stronger appeal than the spiritual values of justice, peace, love and harmony. We often sacrifice the later for the first. This choice has brought many crisis to our personal, familiar, and social life . It generates conflicts, abuses, addictions because greediness becomes the primary impetus for our life rather than charity and service for the betterment of others. The desire for wealth is easy to cause us to trample on the interests of others to satisfy our insatiable greed for more and more. It has been the primary obstacle to social justice and the primary cause of the violation of human dignity and human rights. Corruption and bribery in the world are examples of the danger of money.
Jesus and his disciples lived in poverty. They lived the life of missionaries with a true sense of detachment from the external ornaments of life. Jesus entrusted his life to the Father’s provi dential care. Jesus does not object wealth! He simply preaches against wealth held by selfishness and invites us to embrace the wealth directed by mercy and generosity. According to Jesus, it is not just about abandoning the house, property and possession, about leaving their loved ones, about risking one’s life, but about committing oneself to the mission of bettering the lives of those we encounter, accompany, and live with. Wealth, fame, pleasure are the things that attract us. They can bind us by not allowing us to live fully for better values such as justice, love and integrity. May our Lord liberate us from the enchantment of the temporary treasures of the earth in order to seek after the lasting heavenly treasures and commit our lives to the mission of bettering our world with the spirit of generosi ty and loving-service.
In His Love,
Fr. Binh, CSSp. En Espanol
Queridos feligreses de Holy Ghost,
En el evangelio de este domingo, sentimos el dolor de Jesús y el del hombre rico. Jesús estaba triste por ser rechazado por la persona que ama ba. El joven rico estaba emocionado por encontrarse con el Se ñor, y luego se fue lleno de tristeza porque no podía desprender se de todas sus posesiones, que se convirtieron en su principal fuente de consuelo y seguridad. A veces somos como este joven. Dejamos que nuestras posesiones nos posean y nos conviertan en sus esclavos.
¡La tragedia del joven rico también es nuestra! Hemos estado luchando entre el sueño de volar alto y el tira y afloja de la mate ria. Las posesiones materiales tienen un atractivo más fuerte que los valores espirituales de justicia, paz, amor y armonía. A me nudo renunciamos a lo primero por lo segundo. Esta elección ha traído a nuestra vida personal, familiar y social muchas crisis. Genera conflictos, abusos, adicciones porque la avaricia se con vierte en el impulso principal de nuestra vida en lugar de la cari dad y el servicio para el mejoramiento de los demás.
El deseo de riquezas nos hace pisotear los intereses de los demás para satisfacer nuestra insaciable codicia de más y más. Ha sido el principal obstáculo a la justicia social y la primera causa de la violación de la dignidad y los derechos humanos. La corrupción y el soborno en el mundo son ejemplos de los peligros del dinero.
Jesús y sus discípulos vivieron en la pobreza. Vivieron la vida de misioneros con un verdadero sentido de desapego de los adornos externos de la vida. Jesús confió su vida al cuidado providencial del Padre. Jesús no se opone a la riqueza. Simplemente predica contra la posesión egoísta de la riqueza y nos invita a abrazar la riqueza dirigida por la misericordia y la generosidad. Según Je sús, no se trata solo de abandonar la casa, la propiedad y las po sesiones, de dejar a los seres queridos, de arriesgar la propia vi da, sino de comprometerse en la misión de mejorar la vida de quienes encontramos, acompañamos y convivimos.
La riqueza, la fama, el placer son las cosas que nos atraen. Pue den atarnos y no permitirnos vivir plenamente los valores mejo res como la justicia, el amor y la integridad. Que nuestro Señor nos libre del encanto de los tesoros temporales de la tierra para que busquemos los tesoros celestiales duraderos y que compro metamos nuestra vida a la misión de mejorar nuestro mundo con un espíritu de generosidad y servicio amoroso.